Oscar J. Rodríguez. UPT JFR
El positivismo es el paradigma clásico de la ciencia, que durante varios siglos ejerció una fuerte hegemonía en el campo de la producción del conocimiento. Se fundamenta en el supuesto de que existe una realidad externa al investigador, que éste es capaz de conocer tal cual es. Es decir, es posible que el investigador pueda desprenderse de sus valores, creencias y prejuicios para juzgar objetivamente la realidad que estudia. En este marco paradigmático, el investigador debe mirar fríamente la realidad para poder explicarla objetivamente en términos de relaciones de causa-efecto. Allí obviamente, el rol del investigador es de mero observador, no implica ningún compromiso con lo que debe hacerse para modificar su objeto de estudio.
El segundo paradigma es el hermenéutico- interpretativo. Asume una ruptura ontoepistemológica con el paradigma positivista. Vale decir, una nueva concepción de la realidad y nuevas reglas para el desarrollo científico. Aquí, los valores e ideas del investigador forman parte de ese proceso de conocer y por tanto no es posible la objetividad (mirar como objeto el mundo social que se estudia). En lugar de una relación sujeto- objeto, se asume una relación sujeto-sujeto, donde esa realidad social en estudio se convierte en sujetos pensantes que juegan un rol activo en el proceso de creación de saberes. En efecto, se trata de una nueva concepción: del conocimiento como descubrimiento al conocimiento como construcción. En el contexto de este paradigma el rol del investigador es interpretar y comprender la realidad desde la perspectiva de los protagonistas de los procesos sociales. Obviamente aquí hay un avance en el compromiso ético del investigador con esa realidad que investiga.
El tercer paradigma se conoce bajo la denominación de sociocrítico. Asume en gran medida los postulados del paradigma hermenéutico interpretativo y agrega una nueva mirada que lo distingue: el conocimiento como posibilidad de transformación social, el compromiso del investigador con la transformación de un orden social injusto. También reconoce que la actividad científica, al igual que todas las actividades sociales, se mueve en el contexto de múltiples y contradictorios intereses de diversa naturaleza. Mas allá de interpretar y comprender el mundo desde la perspectiva de los sujetos que actúan en los procesos sociales, se intenta que dichos sujetos, en dialogo con el investigador, coloquen en evidencia las estructuras opresoras y generen conocimientos y acciones para construir oportunidades de justicia e inclusión social.
En este sentido, es bueno aclarar que la visión sociocrítica de la investigación social no se limita a generar un conocimiento para resolver pragmáticamente un problema social, sino que esa solución, construida con los participación de los involucrados en los procesos sociales, debe implicar rupturas cualitativas en las estructuras sociales (en las relaciones sociales, en las relaciones sociales de producción, en las relaciones políticas y jurídicas) para que éstas sean más incluyentes, para que se amplíen las posibilidades de participación, para que los procesos de producción se despojen de la explotación y se impregnen de solidaridad, para democratizar el poder, para avanzar en términos de igualdad y equidad social, para develar y transformar formas ideológicas opresoras…
De esta forma, en el contexto del paradigma sociocrítico, la investigación no sólo es una investigación sobre la sociedad sino una investigación con un propósito social. De allí que todo investigador, antes de emprender cualquier proceso indagatorio, debe preguntarse por la sociedad a la cual aspira y en función de este horizonte orientar la producción de conocimiento. Esta posición genera un reto para todas las instituciones con responsabilidad en los procesos de investigación social: ¿Cuál es el papel que ésta (la investigación social) juega en la construcción de la nueva sociedad? Ello no solo implica una reflexión de orden general, sino que la misma debe ubicarse en contextos específicos. En consecuencia, se puede formular la siguiente pregunta: ¿Cómo insertar la investigación social en los procesos de transformación social en el contexto del estado Barinas?
Ahora bien, es evidente que las posibilidades que tiene un investigador, considerado individualmente, para desarrollar esa investigación transformadora son muy limitadas, aún involucrando en el proceso investigativo a los actores sociales que conforman esa realidad que se investiga. En razón de esta circunstancia, surge el reto de avanzar en procesos colectivos de investigación, en el diseño de políticas públicas de ciencia y tecnología, en la transformación de las instituciones vinculadas directa e indirectamente en la producción científica y en la instauración de una nueva cultura y un nuevo modo de producción del conocimiento alineados y articulados con los procesos de transformación social y el protagonismo de los excluidos.
Una nueva ciencia, una nueva investigación social, son posibles en Venezuela. Veamos solo dos, entre muchas otras manifestaciones, de la emergencia de un nuevo modo de producción del conocimiento articulado a la construcción de la nueva sociedad: La política de financiamiento de la investigación científica y tecnológica desarrollada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e industrias ligeras, signada por una agenda de prioridades nacionales y sectoriales; la creación de la universidades politécnicas territoriales, comprometidas, valga la redundancia, con la transformación del territorio donde están enclavadas…
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